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  :: el-Monte-Santo :: SINAÍ :: 18-05-2024 17:14 (UTC)
   
 

El Monte Sinaí

 
 
 
Ciertamente Egipto ha recibido desde edades incontables muchos calificativos. Se habla de Egipto como de un  país milenario, tierra de faraones y esfinges, aunque para los cristianos posee el mayor título que se le pueda dar: el de Tierra Santa.
 
Egipto en el corazón de su ciudad acogió a la Sagrada Familia que venía huyendo de la persecución del Rey Herodes. El Niño Dios, ya desde su más temprana edad pasó las austeridades del desierto y conoció los sentimientos de vivir lejos de su patria y porque no, podemos decir que revivió de alguna manera el camino recorrido por el Pueblo de Israel al mando de Moisés.
 
Y he aquí nuestro punto de partida, el Pueblo elegido en Egipto no solamente espera una tierra sino que principalmente espera al  Mesías. Y sobre la espera, marcha por el desierto, allí encontramos un monte, el Monte Sinaí, lleno de significado, allí Dios hablaba con “su amigo cara a cara”, desde allí Moisés bajaba con el rostro radiante después de estos encuentros…, allí recibió los Diez Mandamientos e hizo Yahvé la Alianza con su Pueblo…
 
 
La Península del Sinaí
 
Se encuentra entre los golfos de Aqaba y Suez y limita al norte con el Mar Mediterráneo mientras que al sur lo hace con el Mar Rojo. Tierra esteparia y de montañas, con vistosos colores y diversas tonalidades.
 
Teológicamente presenta aspectos diversos, en el norte se extiende la altiplanicie de Et-Tih, un desierto calcáreo inmenso y árido. Es en esta región, en donde se encontraban las vías de los esclavos de toda la península: la Vía Maris, a lo largo de la costa, el camino de Suhr, al centro y el camino del peregrinaje musulmán a la Meca, que va desde Suez a Aqaba.
 
Al sur-oeste se extiende una zona arenosa, llamada Debbet er Ramleh; luego se encuentra el macizo del Sinaí, en el cual se destacan el Monte El Serbal (2054 m.), el Ras es- Safsaf (2045m.), el Musa (2244m.) y el Catalina (2602m).
 
En la costa occidental, la montaña sinaítica se encuentra dividida del mar por una parte desértica: el desierto de el-Qah, el desierto de Sin y el desierto de Suhr. Vale la pena nombrar el Wadi Feirán, que ha sido llamado la “perla del Sinaí”, por su belleza incomparable y  por sus ruinas de monasterios e iglesias; allí se venera el lugar donde Moisés oraba durante la batalla de Amaleq (Exodo 17, 8/10).
 
Los primeros habitantes de este lugar fueron los beduinos, quienes dejaron lo que se conoce hoy como “inscripciones proto-sinaíticas”.
 
El Monte Santo

Sinaí, Egipto

Dejemos que la Peregrina Egeria nos introduzca a este monte; así nos habla de él: “Este monte, en su conjunto parece ser uno solo, es cierto; mas cuando entras adentro son muchos, aunque todo él se llama Monte de Dios; pero aquel especial, en cuya cima está el lugar donde descendió la majestad de Dios, como está escrito, se halla en medio de ellos... Se sube con inmenso trabajo… En ese lugar hay ahora una Iglesia no grande; pues el lugar mismo, es decir, la cima del monte no es muy extensa”.
 Dos caminos conducen a la cima del Monte: el más largo y que hace un serpenteo por algunos otros montes antes de tener contacto visual con el Monte Santo, se lo puede subir aproximadamente en dos horas, y el otro que está tallado en el granito (lo componen alrededor de 4000 escalones), lleva directamente a la cima.
 
En este último, y casi a medio camino se encuentra “la puerta de la confesión, puesta por los monjes para delimitar de alguna manera el Lugar Santo. Los peregrinos de los primeros tiempos no traspasaban esta puerta si primeramente no se arrodillaban y pedían perdón, en recuerdo de las palabras bíblicas: “¿Quién subirá al Monte de Yaveh? ¿Quién podrá estar en su recinto sacro? El de manos limpias y puro de corazón... ” (Salmo 24,3-4). Más arriba también se encuentra otra puerta llamada de San Esteban, un eremita que pasó casi toda su vida escuchando las confesiones de los peregrinos.
En una parte más llana encontramos el lugar donde, según la tradición el Profeta Elías se refugió cuando fue perseguido por el Rey Acab. (1 Re 19, 8-13).
 
Como dice la Peregrina, ya en la cima, hay una pequeña iglesia,que recuerda cuando Dios da a Moisés las tablas de la ley: “Después de hablar con Moisés en el Monte Sinaí, le dio las dos tablas del Testimonio, tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios” (Exodo 31, 18). 
 
Es maravilloso el paisaje que desde allí se contempla, y cuando quedan pocos turistas y el silencio es profundo, no se hace más que imaginar la santidad de este Monte.
 
 
El Monasterio de Santa Catalina
 
A mediados del siglo III, arriban los primeros anacoretas y se instalan a los pies del Monte de la Teofanía. En el lugar donde Dios habló a Moisés construyeron la iglesia de la zarza ardiente dedicándola a María.
 

Monasterio Santa Catalina, junto al Monte Sinaí

La Peregrina Egeria nos lo relata de esta manera: “El sábado por la tarde entramos en el Monte, y llegando a ciertos eremitorios nos recibieron allí los monjes que en ellos moraban, cortésmente, suministrándonos todo. Hay allí, además, una iglesia con unsacerdote”.
 
Se suceden también en este siglo (IV) ataques sarracenos al monasterio, donde muchos monjes sufren el martirio. Cada año, para el 14 de enero, el calendario de la Iglesia Ortodoxa recuerda a 40 mártires del Sinaí.
 
En el año 527 el Emperador  Justiniano construye el actual monasterio fortificado y la bella Basílica. El monasterio de la zarza ardiente se separó de Roma luego del 17 Concilio Ecuménico de Florencia (1439).
 
Este lugar, es guardián de muchos tesoros, entre ellos  encontramos:
 
-La pequeña iglesia del la zarza ardiente, que se ha convertido en tabernáculo de la gran Basílica,
 
-El pozo, que según la tradición es aquel donde Moisés encontró a las hijas de Reuel, sacerdote de Madián. (Exodo 2, 15-20),
 
-Un sarcófago en mármol blanco guarda los restos de la mártir Santa Catalina de Alejandría. Desde la época en que los monjes encontraron el cuerpo de la Santa en la cima más alta  del Sinaí (Yebel Catalina), el monasterio comenzó a conocerse por este nombre (siglo IX),
 
-La Biblioteca con más de 3000 volúmenes incunables, 500 manuscritos en griego y en otras lenguas orientales, Biblias, Evangelios, libros sacros. Hay un Salterio completo escrito en caracteres microscópicos. También encontramos un palimpsesto siríaco de San Lucas, del siglo IV. Además se encuentra una copia del Código Sinaítico (manuscritos bíblicos en griego que datan del siglo IV), el original se encuentra  desde el 1933  en el Museo de Londres,
 
- Una cosa curiosa es que se encuentra también aquí un escrito de Abu Talib del año 622, firmado por el sobrino de Mahoma y con la impronta de dos dedos del mismo. Dejado por Mahoma en agradecimiento por la hospitalidad recibida por parte de los monjes en uno de sus viajes por la Península,
 
-Una pinacoteca con hermosísimos íconos del Siglo IV.
 
 
Israel asocia el recuerdo del pasado con la imagen del desierto y de este Monte: en el desierto vivió la experiencia del Dios cercano, protector, vivificador. Israel evoca en sus cantos y narraciones esta presencia:
 
“Cuando salías Señor, de Seír,
cuando avanzabas por la llanura de Edom,
la tierra temblaba, destilaban los cielos,
y las nubes se deshacían en agua,
los montes se agitaban
a la vista del Dios del Sinaí,
 el Señor, el Dios de Israel”.(Jue 5,4)
 
“El Señor salió del Sinaí,
amaneció para ellos en Seír,
irradió desde el monte Farán”.(Dt 33,2)
 
Para ir terminando vale la pena recordar, una vez más, el relato donde Dios entrega los Diez Mandamientos al Pueblo de la Alianza, nos dice así el Libro del Deuteronomio:
 
“El Señor dijo:
 
 Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud.
No tendrás otros dioses aparte de mí
No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios, porque el no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano.
Observa el día sábado para santificarlo como el Señor,  tu Dios, te lo ha ordenado…
Honra a tu padre y a tu madre.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás falso testimonio contra tu prójimo.
No codiciarás a la mujer de tu prójimo.
 
Estas son las palabras que el Señor les dirigió en la montaña, cuando todos ustedes estaban reunidos. El les habló con voz potente, desde el fuego, la nube y una densa oscuridad. No añadió nada más, sino que escribió esas palabras en las dos tablas de piedra que me entregó…”.

 
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